Por Santiago Pochat. Nunca en la historia de la comunicación corporativa contemporánea ha sido tan fácil cometer errores brutales, nunca se ha sido tan irresponsable con los voceros, nunca se ha dejado tanto librado al azar, a la masa inconsciente que es el público objetivo. Nunca se han contratado cuasi-adolescentes que dominan servicios en pos de la experiencia. Nunca se ha entregado tanto por tan poco. Ese es el compromiso corporativo del siglo XXI, entregar la marca (logo y todo) a un grupo genial cuya influencia es infinitesimal. Un grupo que ha tenido que generar un mercado propio, con conferencias, white papers y todo para justificar su existencia.
Me resulta casi curioso que siendo esta la era del conocimiento distributivo todavía haya actores claves de mercados emergentes que no entiendan la limitación de lo que están tratando de vender. El concepto, como lo entiende la industria, de Community Manager es básicamente el de un vocero, a veces sin voz ni cara, mecanizado, que por cuestiones generacionales dominan herramientas de comunicación que los viejos gigantes no. Entienden códigos de lo que parece masivo y resulta aterrador, como el Frankestein de Mary Shelley. Algo hecho de partes de otros medios de comunicación, una pizca de pimienta (porque al fin y al cabo sigue siendo Internet) y el factor humano/social. Un desastre, quien contrataría a alguien sólo porque sabe usar Excel, digo Twitter? Aparentemente todo el mundo.
Señores, su compañía merece dejar su estrategia comunicacional, su primera y última línea de defensa a alguien que sepa mas de comunicación y menos de Twitter. Les pido por favor que re-examinen o le den la posición a su secretaria veinteañera que está 9 puntos ;)