Por Santiago Pochat. Hace unos días Mariano escribía sobre la debacle de Wikileaks, su origen, presente y un análisis estrecho sobre su relación con la neutralidad de la web que expandió después en otro artículo. Hemos leído en miles de artículos, en cientos de diarios de alrededor del mundo sobre el contenido de los cables, su relación con los gobiernos y las potenciales polémicas alrededor de la misma. Lo que todavía no he visto es alguien que haya levantado la mano para avisar que este no es sino otro caso de espionaje y un muy estándar caso de súper intriga internacional. Nuestra disfunción y sorpresa frente a tan masiva noticia, que te interese la política internacional o no, es increíble e histórica, ha dado lugar a el mas fenomenal caso de amplifiación online que se haya visto hasta ahora.
El contenido es tan sensible y afecta de tal manera las dinámicas internacionales (sin mencionar egos personales de varios mandatarios), que se ha transformado a un claro delito en un caso sensacionalista digno de una novela que lees en el verano. Hillary Clinton tiene razón, la posesión de esta información, su metodología de obtención y posterior liberación constituyen un delito bajo las leyes de los Estados Unidos.