Las redes sociales no matan

Por @laclaux (*)

Esto es lo que sé: las redes sociales no matan a nuestros niños. Escribo esta oración con una náusea profunda, porque no se me ocurre nada más bajo y siniestro que contradecir las palabras de una madre sometida al mayor horror imaginable. Lo escribo con dolor, y sin embargo, con la certeza de que es necesario alzar la voz y decirlo fuerte, claro. Nuestros niños no son víctimas de las redes sociales. Nuestros niños son víctimas de la desprotección, la soledad y el desamparo de tener padres analfabetos digitales. El culpable es un tipo enfermo que jamás debió tener contacto con esa niña inocente. Por eso es imperioso internalizar la idea de que hoy niños y jóvenes forman parte de una generación que como nunca antes está adelantada en el conocimiento respecto a sus mayores.  Ese desequilibrio muestra sus consecuencias con rostro de inenarrable horror. Es hora de poner la balanza en su lugar otra vez.

¿Dejarías a tus hijos solos en tu casa con la puerta abierta de par en par? (No). ¿Por qué dejarías entonces abierta una puerta al mundo sin ninguna clase de control, de reglas, de parámetros? ¿Por qué habrías de desentenderte de lo que tu hijo hace en los diversos dispositivos mediante los cuales tiene acceso al mundo entero que es Internet?  La vida conectada de forma omnipresente y continua no debería ser en ningún caso sólo la excusa para vociferar que "los chicos de ahora están tiki tiki todo el día con el celu". Requiere un entendimiento fundamental y definitivo de que ese transcurrir en la conectividad nos plantea nuevos desafíos como adultos responsables del bienestar de esos niños, niñas y jóvenes que cada vez desde edad más temprana se conectan o son conectados como por default a un espacio en el que conviven al mismo tiempo todas las maravillas de nuestro tiempo y todo el horror del que los seres humanos somos capaces.

Sexualidad responsable, alcohol, drogas, bullying y prevención a la hora de usar Internet: bienvenidos a los tópicos sobre los que todo adulto responsable debería hablar a su debido momento con sus hijas, hijos, hermanos, sobrinos, nietos y ahijados. No son esos tiempos para desentendernos: niños y jóvenes nos necesitan más cerca que nunca para transcurrir en un mundo cada vez más complejo y en el que las atrocidades renuevan sus formas. No se me ocurre una sola cosa buena que pueda surgir del asesinato de una nena de 12 años, ni siquiera este debate sobre el tema. Sólo la prevención construida sobre la base del involucramiento adulto colectivo puede evitar que esos monstruos que andan sueltos encuentren nuevas víctimas para su locura.

Al fragor de la angustia y de la desesperanza que me trajo la madrugada de ayer, comparto este listado de recomendaciones para repensar la manera en que construimos en nuestros hogares la relación de los más jóvenes con la tecnología, y cómo generar una serie básica de recaudos para su seguridad y para nuestra tranquilidad.

#1 Aprendé ya a usar las redes sociales. Decir "yo de Facebook/Twitter/Snapchat no entiendo nada" no es viable si tus hijos los usan. Si ellos lo usan, vos también. Conocé sus funcionalidades básicas para entender la interacción con terceros y qué tipo de material que se puede compartir a través de ellas.

#2 Supervisá a quiénes agregan como contactos y pautá reglas al respecto. Así como querés saber a la casa de quién va después de la escuela, mientras más joven el usuario, más importante el conocimiento de la red de contactos que arma. Establecer pautas sobre a quiénes acepta, con quién se comunica y qué tipo de información comparte en sus perfiles es una precaución básica.

#3 Conocé sus contraseñas. Una buena forma de poder supervisar la actividad en redes es, entre los más jóvenes, ser el propietario de sus contraseñas y convertirte entonces en el canal necesario para acceder a ellas. La cosa se pone más compleja cuando hablamos de pre-teens o adolescentes mayores a 15 años. Cada padre dará su propia batalla. Las redes sociales no son un diario íntimo que queda guardado en un cajón para que nadie lo lea. Son exactamente lo opuesto a eso. Si saber las contraseñas de tus hijos te parece un poco extremo, considerá que hay demasiado que puede ocurrir fuera de tu vista. Y que el pataleo y la discusión valen la pena.

#4 No des acceso irrestricto a dispositivos. No entiendo por qué motivo, razón o circunstancia una criatura menor a 15 años debería tener acceso irrestricto a dispositivos que lo conecten a Internet sin supervisión de un adulto. Eso significa que una compu en la habitación no es una buena idea, y que ese smartphone que estás pensando regalarle o ya tiene no debería pasar las 24 horas entre sus manos. A mi modesto entender, todo lo que tenga una pantalla debería pasar una limitada cantidad de horas en las manos de los más jóvenes. Ya sabemos que la vida adulta los atará de manera irremediable a ellas: demoremos eso tanto como podamos.

#5 Monitoreá su actividad. ¿Cuándo fue la última vez que miraste el registro de navegación de tu hijo? ¿O pasaste su nombre completo por Google? ¿Usás algun control parental en la compu? Monitoreo suena como una palabra fuerte: dejemos de ser pseudo-progres amigos de nuestros hijos y volvamos a abrazar la idea de que ser un faro para ellos no significa ser un facho. Todo lo que puedas hacer hoy por la imagen on-line de tus hijos lo vas a estar haciendo por su bien, creéme.

#6 Sé parte de su red de contactos en las redes. Soy amiga de mis dos sobrinos en Facebook y al más grande lo sigo también en Twitter. Es una buena forma de saber en qué andan, qué sienten y qué piensan. Es además una manera de educarlos sobre la naturaleza pública de las plataformas, para tratar de regresar a un estado un poco más equilibrado entre lo público y lo privado que está tan pero tan descarrilado en estos días.

#7 Adecuá tus prevenciones a la edad. No es lo mismo una niña o niño de 10 años que los pibes de más de 15. Es imprescindible acompañar la maduración y dar libertades y privacidad acorde a ello. Cada padre tendrá su propio criterio al respecto.

#8 Hablar sobre estas cosas horrendas que ocurren, para que entiendan las precauciones que tomás. Dar contexto, generar un diálogo transparente sobre tus preocupaciones, escuchar las suyas y llegar a un punto común. Confiar en la educación que construiste, y sin embargo insistir en la prevención y en la responsabilidad compartida para que estas herramientas sean fuente de diversión y conocimiento, y no de preocupación.

Bienvenido a la era que nos tocó: somos una de las primeras generaciones de adultos que debe hacerle frente al desafío de que algunas de las más horrorosas aristas de la naturaleza humana encuentran nuevos espacios que hace menos de dos décadas no existían. No hay una fórmula: construyamos conocimiento en común, espacios para compartir estas preocupaciones en colegios, clubes de barrio, grupos de chat de Whatsapp de “las mamis y los papis”.

Metamos las manos hasta el fondo. Nuestros chicos nos necesitan cerca más que nunca.

(*) Clau Alderete, a.k.a @laclaux, periodista, eterno intento de blogger. Llevaré por siempre en mí el #GenPR. Criatura digital en estado de pura experimentación, kaizen como Brand Strategy Manager. #NaciEnMoron. Canto en #nerdrock. A veces me inspiro en Nada Me Importa Menos y paré un poco de engordar en Merienda TourDisclaimer: todo lo expuesto en este post representa mi opinión personal y no tiene relación alguna con la compañía para la que trabajo ni mi función en ella. 

 

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