Los que trabajamos en relación directa con la tecnología estamos enviciados. Cuando alguien menciona las palabras “emprender” o “emprendedor”, nos viene a la cabeza la imagen altamente sofisticada de Silicon Valley. VCs, Angel Investors, Exit Strategies, planes de negocios, IPOs.
Pero eso representa una porción menor del universo emprendedor.
El tipo que pone una panadería es tan emprendedor como el que funda una startup tecnológica, obtiene y la vende tras obtener sendas rondas de inversión. Pero del panadero no se escriben notas, o no se lo invita a la radio, tal vez por considerarlo más cotidiano, menos exótico o menos importante/interesante.
Si ponemos en boca de un “emprendedor mundano” los clichés que se oyen evento de emprendedores tras evento de emprendedores, nos sonarían extrañamente desnaturalizados. Cuando frases como “hay que tomar riesgos / hay que jugarse el todo por el todo” se aplican a individuos que, muchas veces, no han tenido más opción que emprender o morirse de hambre, el lugar común deja de serlo. Se resignifica. Porque, seamos honestos, el glamour de jugar con la plata de un fondo de inversión no tiene punto de comparación con arriesgar el propio sustento.
¿Por qué ese pedestal?
Por una parte existe la fascinación con lo tecnológico. Una muestra de ello es la ya famosa nota de Forbes “¿Necesita USA más Boeings o más Facebooks?”, que llega a un grado de ridículo importante. Por un lado por considerar que a igual market cap es siempre mejor una empresa con menos empleados. Por otra parte por comparar peras con manzanas.
También está lo aspiraiconal. La historia del flaco que funda Instagram para venderla en mil millones de dólares pareciera representar un ideal más elevado que crear una PyME que sustente un par de familias.
Se termina festejando, entonces, no al espíritu emprendedor per-se, sino a una construcción ficticia de la imagen de emprendedor.
Tal vez si nos replanteáramos el enfoque y la propia percepción podríamos lograr cultura y legislación que propicien la creación de oportunidades y la toma de riesgos, ya sea para construir el próximo google o para fundar un pequeño emprendimiento.
Porque imagino que todos podemos poneros de acuerdo en que es más constructivo celebrar la generación de valor que el divismo.
Ya afirmé en el pasado que la innovación tiende a partir siempre, por razones sistémicas, de las nuevas empresas. Se requiere una dosis de humildad y de tener los pies sobre la tierra para no permitir que el personaje de emprendedor/innovador se fagocite a la persona, en particular en medios con mucha exposición como es el de las tech-startups.
A veces es mejor que la obra hable por si sola. Más bien casi siempre.
4 respuestas en “De emprendedores y percepciones”
Interesante apreciación. Lo sintetizaría en una sola palabra: snobismo.
Clap clap. Bravo.
Algunas estructuras corporativas incluso conservan valores, ¿viste como Google Now censura palabras malsonantes?
Genial apreciación. Me voy a fabricar pan casero y venderlo en la plaza. Me cansé de planes de negocios, ángeles inversores y tanto puto código,