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Erase una vez, la utopía que no fue (ni será)

“Quiero un millón de Fans en Facebook”

“Necesitamos impacto, pero no hay presupuesto” (lease “haceme un ‘viral’”)

“Pero la competencia tiene una cuenta en Twitter”

El decálogo de solicitudes que se inician con frases como estas es más largo que el listado de sitios porno disponibles en internet.

El serio problema es un profundo desconocimiento –por un lado–. Y una profunda necesidad de facturar –por otro–.

La explosión de la burbuja de las .com allá por 2000 (ten lejano y ten cercano 2000) trajo como cola inesperada una serie de nuevos ideales de marketing muy promisorios y optimistas. El marketing debía ser conversacional, amistoso, honesto. Todo sonaba tan promisorio y optimista como el comunismo. Interesante como teoría, impracticable en la realidad.

El Stalinismo del mercadeo redundó en formas más perversas de promoción. Tal como si se tratara de la Bolsháya chistka, las buenas intenciones fueron enviadas a Siberia. En lugar de ellas quedó un Komsomol fundamentalista y embobado sin asidero en la realidad.

La verdad simple y pura es que la interrupción vende mucho más que una conversación; una publicidad en medio del programa de TV, un banner gigantesco que tapa el –otrora sacrosanto– contenido de un diario. Esas cosas funcionan.

Claro, todos sabemos de algunos buenos casos de marketing en redes sociales: originales, llamativos, eficaces. Pero no llegan a ser ni el 5% de las experiencias promocionales en los nuevos medios, (que, dicho sea de paso, ya tienen más de 10 años, y llamarlos “nuevos Medios” es como el decirle Bebé al grandote boludo de 32 años que todavía vive con Mamá), la ley de la mediocridad aplica como a todos los aspectos de la vida.

La simple regla es: independientemente de la industria: siempre va a haber un 5% sobresaliente, un 60% mediocre y un 35% malo.

Toca entonces hacer una revisión de realidad.

  • No todas las marcas pueden ser aspiracionales. No importa cuanto pataleen los gerentes de Marketing.
  • No, ni siquiera esa marca china de papel higiénico.
  • Las estrategias en redes sociales basadas en “fans”, “likes”, “blah” no sirven. Al final del día si no hay un número en dólares puros y es todo pólvora en chimangos. Si solo el 1% del millón de fans en facebook que me forjé a base de –ahem– comprarlos convencerlos “interactúa activamente” con la marca… bueno… –insertar métrica tirada de los pelos aquí–.
  • El branding no se hace en redes sociales. La campaña de Old Spice fue brillante. Pero sigue siendo un perfume de viejos. (Si, las ventas crecieron 107%… hasta que se acabaron los cupones de descuento y volvieron a números “normales”)
  • Existe una cantidad limitada de atención que la gente quiere y puede dedicar a la publicidad. La atención se vuelve más y más un recurso escaso. Lo que nos lleva de nuevo a:
  • La interrupción es una excelente forma de capturar la atención.

En Minority Report la gente atraviesa millares de estímulos completamente personalizados sin prestarles la menor atención, eso mismo sucede con la web.

Mezclemos interrupción, personalización e interacciones sociales. El escenario se vuelve algo muy similar al infierno. A medida que crecen los umbrales de aceptación colectiva de intromisión en la privacidad e inserción de pautas publicitarias el abuso se vuelve inevitable.

¿Alternativas? Ninguna. Simplemente es la dirección en la que corre el río.
Habrá algunos creativos publicitarios geniales que creen pautas brillantes, tomando ventaja de la masiva intromisión, pero la regla general va a ser un abuso poco feliz de herramientas otrora pensadas para otra conectar gente pero reconvenidas muy apropiadamente para beneficio de los publicistas.

Mientras tanto se puede aprender. El millón de fans en facebook, los seguidores en twitter, lo que hace la competencia, tienen muy poco valor para las marcas sin una real estrategia que apunte a ir un poco más allá del superficial mercadeo.

Todo eso mientras esperamos, tal y como dice Ze Frank, a que la internet no sepa bien que hacer con nosotros excepto intentar hacernos felices, mostrándonos publicidades que amemos ver de cosas que realmente queremos y podemos pagar.

// mantra// Por @estebanglas quien no es nadie, no se dedica a nada, prácticamente no existe. Amén.

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