Por @laclaux (*)
La incógnita es ésta: ¿estamos solos?
¿Son los seres humanos los únicos con ojos que exploran las profundidades del Universo? ¿Los únicos constructores de dispositivos que amplían los sentidos naturales? ¿Los únicos dotados de mentes que se esfuerzan por comprender e interpretar lo que se ve y se intuye?
La respuesta quizá podría ser: ¡no estamos solos! Hay otras clases de seres que buscan y se hacen preguntas, y quizá lo hagan de manera más eficaz que nosotros.
Muchos astrónomos creen que esto es así, y yo también lo creo.
No sabemos dónde se encuentran esas mentes, pero están en alguna parte. No sabemos qué hacen, pero hacen mucho. No sabemos cómo son, pero son inteligentes. ¿Nos encontrarán, si están en alguna parte, allá…? ¿Acaso nos han encontrado ya?
Si no lo han hecho todavía, ¿podemos encontrarlos? Mejor aún: ¿Debemos encontrarlos? ¿No es esto peligroso?
Estas preguntas son las que deberemos hacernos cuando hayamos convenido en que no estamos solos, y los astrónomos ya se las están haciendo.
Isaac Asimov, Civilizaciones extraterrestres (1981)
Hace apenas unos días el SETI Institute hizo público el descubrimiento de lo que parece ser una fuerte señal proveniente de HD164595, un cuerpo celeste poco estudiado que queda a “sólo” 95 años luz. Aunque de origen aún indeterminado, esta noticia hizo que muchos miremos de nuevo al cielo con la vieja pregunta sobre nuestra supuesta soledad en el universo. No hay otro evento que desee presenciar con tanta fuerza como aquel día en que hagamos contacto con otra civilización fuera de la Tierra. ¿Cómo reaccionarías si te levantás un día y las redes sociales arden con reportes desde todas partes del mundo, con ciudades decoradas por navecitas de verdad?