Parece que finalmente se empieza a ver el valor social que los emprendedores pueden sumar a su ciudad, espacio o ecosistema y no, no hablo del “emprendedor-como-salvador-del-universo vs pobre-persona-que-no-es-entrepreneur” que parece ser un mantra de la industria tecnológica; hablo de espacios públicos y privados que comienzan a entender que los emprendedores suman, a veces, una mirada diferente de enfrentar problemas o una mejora en la base de la pirámide que se traduce en beneficios para la sociedad en su conjunto y tiene una recompensa más allá de las rondas de inversión que juntaron.