“People still want bots to be bots“. Son interesantes las conclusiones que extrae Martin Belam, responsable de nuevos formatos en The Guardian, tras dos meses de experiencia con Sous-chef, un bot de Facebook que recomienda recetas según lo que haya en tu nevera.
La promesa de los bots en los medios lleva un tiempo estancada en ese terreno incómodo que se encuentra “esto promete” y “sí, pero no sé cómo hacerlo”. Tras la aparición de las primeras plataformas para bots en aplicaciones de mensajería (Facebook Messenger y Telegram son los principales exponentes, pero también hay algo más limitado en Slack y en Kik) fueron varios medios los que se subieron al carro de manera entusiasta. Techcrunch realizó una suerte de experimento con Chatfuel, ya inactivo o directamente cerrado/desactualizado, y Forbes lo propio en Telegram, pero también lo tiene cerrado y en estado de “revisión”.
¿Cuál es el problema? La teoría es, en apariencia, sencilla: coges el canal, la aplicación de mensajería, coges tu contenido, producido de manera orgánica por el medio y a correr. La práctica, como apunta Belam, es en realidad muchísimo más compleja. Es una práctica que, irónicamente, tiene poco que ver con los bots en sí, con su complejidad o naturaleza misma, sino con los humanos.
Esperamos que un bot, una máquina controlada por una IA ciertamente primitiva, se comporte de manera muy similar a un humano precisamente porque lo encontramos en un contexto, nuestra aplicación de mensajería favorita, donde interactuamos exclusivamente con humanos. En el momento en el que la idea se desvía de esa particularidad, aparecen los problemas.
En un bot de medios parecen críticos aspectos como:
- Conversación: dicho así parece obvio pero el tono de un bot tiene que ser conversacional. Es importante porque excluye mecánicas como “pegar titular” + “pegar entradilla” (varios bots de medios ya han caído en esto). Al final, cuando se cae en eso no solo se convierte en una especie de Twitter en una realidad paralela sino que para dicha mecánica ya hay una función mucho más adecuada: los canales de Telegram. Da que pensar, también, sobre la inmensa mayoría de medios que ponemos Titular+link+imagen en Twitter y ya.
- Pero no tanto: Belam apunta que, en sus pruebas, observaron que cuando las respuestas predefinidas eran muy encorsetadas y robóticas el engage caía, pero cuando se iban al extremo opuesto, demasiado informal y conversacional, ocurría algo similar. Curioso. Encontrar el tono correcto probablemente lleve algún tiempo, pero experimentos como el de Quartz con su app parecen buenos comienzos.
- La delgada línea entre la información y el spam: un bot en una aplicación de mensajería es algo realmente íntimo, una fracción de IA entre un universo de conversaciones orgánicas generadas por humanos. Matrix en un mundo de Neos. Y del mismo modo que se acaba por silenciar o directamente salir de ese grupo de WhatsApp que no para de sonar, en The Guardian observaron cómo tenía más valor enviar alertas a una hora determinada (como si fuesen boletines) en función de la ubicación del usuario y su huso horario en lugar de abrasarlos con breaking news como puede ocurrir en Twitter (hay un claro ejemplo: el bot de CNN hace precisamente eso).
Existen muchos elementos en los bots para medios (aquí hay otro buen texto sobre su aplicación y uso en marcas) que merecen la pena ser revisados y estudiados con cautela: el tono, la longitud, el formato, la temática, la frecuencia de publicación… elementos que, irónicamente y no hace tanto, también se evaluaban a la hora de aplicarlos en los medios digitales.