Los relojes y yo tenemos una relación especial, cada pieza que tengo la elegí por algo, sea el diseño de un Braun BN0021, la historia atrás del Speedmaster Professional Ref. 145.012, el Milgauss GV de Rolex que me llevó a conoces la historia de Carl Friedrich Gauss o el Reverso de Jaeger LeCoultre y su mecánica externa. Tengo un lazo emocional con las piezas en mi muñeca.
Tal vez por eso jamás pude usar un smartwatch, desde los realmente útiles y específicos como los Garmin hasta los Apple Watch generalistas que, sin embargo, ahora me acompaña casi todo el tiempo, pese a haberme causado gracia hasta la generación anterior.
No. No está todo el tiempo en mi muñeca por una razón simple, uno DEBE pensar en el reloj:
- Uno debe dedicarle atención ya que necesita recargarse, no soporta entrar al mar como lo aguantan mis otros relojes y si la pantalla se raya se jode el uso, todo esto eso implica “pensar” en el equipo.
- Acciones no siempre naturales en la muñeca me generan molestia, el mejor ejemplo es tener que mover la muñeca de cierta manera para ver la hora (esto lo resolvió hasta Garmin) y si debo girar la muñeca dos veces para ver la hora, se pierde el movimiento natural.
- Por otro lado es una máquina de interrupciones si los smartphones causan ansiedad por notificaciones, esto es una fábrica de interrupciones… ya lo sé, ¿puedo dedicarme a configurarlo con tiempo? si pero repito: no quiero dedicarle atención!
Sin embargo… no puedo negar que cada pequeño update que Apple hace en sus relojes es un pequeño paso a lograr una experiencia excepcional aún cuando es imposible dejar contentos a todos los usuarios potenciales de smartwatches.