Últimamente me paso mas tiempo analizando la realidad objetiva de el trabajo que se hace online que el trabajo en si. El descubrimiento, casi mágico debería agregar, de como todo depende del contexto en el cual se interpreta y recibe es la primera señal de alarma de que el proverbial “deus ex machina” es una realidad que tiene como deuda pendiente
El ser humano, como ser social, depende de estas interacciones para funcionar como tal. Nuestra percepción global del mundo que nos rodea, por lo tanto, es menos abarcativa de lo que nosotros queremos creer realmente. Este es nuestro primer obstáculo, somos más limitados de lo que creemos. Es parte de nuestra naturaleza, dar por sentado que hay un mundo afuera aún cuando no nos aceptamos como parte integral y relevante del mismo.
Nuestro “club”, se ha transformado en un monstruo enorme, en millones de pasillos y puertas con gente detrás que es real, de carne y hueso, listas para interactuar de la misma manera que esa profesora universitaria que le mostró el escote a mi abuelo una tarde de hace como 60 años. Saludemos a todos los avatares mentirosos. La única conclusión lógica es que nuestra digresión pasa por esa percepción de nuestra violenta potencialidad online. Estamos todos conectados, siempre, en todos lados.