Si hay algo que la guerra contra la piratería nos ha enseñado en todos estos años es que no ha derrotado a la piratería. Que ha sido un rotundo fracaso. Las demandas a mansalva en Estados Unidos, los acuerdos con ISPs, las estrategias legales locales (DMCA, COICA, SOPA, PIPA, etc), la ley SINDE y los three strikes son ejemplos de esfuerzos legales -tan brutales como fallidos- para combatir la distribución informal de contenidos en internet. Y todos ellos han fracasado.
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En lugar de demostrar que quizás el problema de la piratería no es normativo sino tal vez de mercado, esta estrategia -liderada por la poderosa industria de contenidos- ha adoptado los foros internacionales como una de sus principales trincheras. Así, no satisfechos con cooptar desde hace décadas un organismo internacional dependiente de las Naciones Unidas (la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), han sido los acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales los escenarios de los mayores triunfos de esta estrategia legal para derrotar a la piratería en internet.
Ejemplos de ello han sido los tratados de libre comercio que han firmado países de la región con EEUU que, desde la órbita de los derechos de autor, no hacen sino aumentar los estándares de protección. Resultado de ello es que luego de la firma de estos tratados, países como Chile y Perú tienen estándares de protección más altos que la DMCA pero sin las garantías de acceso existentes en Estados Unidos. Nuestros países se comprometen, en definitiva, a modificar sus legislaciones para hacerlas más parecidas a las norteamericanas para la protección, pero no para garantizar acceso.
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